Puede que, como trabajador/a o incluso como sindicalista, creas que ya tienes suficientes problemas y que los de las personas migrantes no son los tuyos, o tal vez simpatices con visiones del tipo “primero los de aquí” o pienses que hay algo de razón en lo que dicen. Pero déjanos decirte algo…
Un fantasma recorre los aparatos de las grandes centrales sindicales: la vieja idea decimonónica de que «la inmigración es el ejército de reserva de la burguesía». Esta tesis ha paralizado a las principales organizaciones sindicales en un debate clave como es el de la gestión de la inmigración.
Cuando analizamos declaraciones o noticias protagonizadas por los líderes sindicales vemos que no tienen una postura clara ni cómoda en este tema. No pueden alinearse abiertamente con tesis antiinmigración -como sí lo hacen el nacionalsindicalismo, el rojipardismo o el socialfascismo– porque son líderes de sindicatos de clase e internacionalistas. Pero tampoco pueden ofrecer soluciones claras y realistas para la situación de las personas migrantes, porque parecen asumir que la inmigración perjudica a la clase trabajadora en su conjunto.
Hace un año el Congreso (todos los grupos menos la ultraderecha) decidió por fin tomar en consideración las más de 700.000 firmas de la Iniciativa Legislativa Popular por la Regularización que había logrado reunir el colectivo migrante con el apoyo de la sociedad civil organizada. Sin embargo, las cúpulas sindicales permanecieron ausentes de este proceso más allá de declaraciones de apoyo y de buenas intenciones.
Más preocupante aún, bajo un discurso de justicia social y solidaridad, algunos líderes sindicales están adoptando una postura totalmente compatible con la lógica del «cierre de fronteras». Cuestionan la contratación de trabajadores extranjeros —incluso cuando cuentan con visado—, proponen el bloqueo migratorio como respuesta a problemas estructurales del mercado laboral, y se oponen tanto a las contrataciones en origen como a la ampliación de puestos de difícil cobertura.
Además, se alinean con el discurso gubernamental sobre la «migración circular», que, tal y como está planteada, no es más que una forma de explotación y refuerzan la idea de una competencia entre trabajadores «de aquí» y «de fuera».
Decir «primero los de aquí» no es lo mismo que decir «los españoles primero», pero desde luego no es un paso en la dirección contraria. Que se hayan logrado reunir más de 700.000 firmas en este contexto resulta francamente heroico.
Puede que, como trabajador/a o incluso como sindicalista, creas que ya tienes suficientes problemas y que los de las personas migrantes no son los tuyos, o tal vez simpatices con visiones de este tipo o pienses que hay algo de razón en lo que dicen. Pero déjanos decirte un par de cosas:
Nuestros salarios no han permanecido estancados durante 20 años «por culpa de los inmigrantes», sino porque esos inmigrantes llegan sin los mismos derechos que tú. El capital no usa a los inmigrantes para mantener bajos los salarios: usa la falta de derechos de quienes migran…
Los sindicalistas de base son quienes mejor pueden recordarle a sus dirigentes el papel histórico que los sindicatos han tenido y siguen teniendo en que la economía va más allá de limitarse a gestionar la formación para adaptarse al mercado laboral o a mejorar los servicios públicos de empleo para ajustar oferta y demanda. No olvidemos que fueron los sindicatos los que transformaron la miseria y la desesperación en esperanza y progreso: conquistaron la jornada de ocho horas, prohibieron el trabajo infantil y consiguieron el derecho al descanso semanal… Hoy más que nunca necesitamos sindicatos fuertes que agoten el campo de lo posible y luchen por victorias concretas como la reducción progresiva de la jornada laboral.
La inmigración nos beneficia a todos, pero la falta absoluta de mecanismos regulados de entrada solo enriquece a unos cuantos. Nuestros salarios no han permanecido estancados durante 20 años «por culpa de los inmigrantes», sino porque esos inmigrantes llegan sin los mismos derechos que tú. Si quienes entran en España gozaran de derechos laborales, si hubiera una regulación laboral estricta, inspecciones reales, fortunas que pagasen lo que les corresponde e inversión en integración, muchas personas inmigrantes no pasarían a formar parte de una masa explotable y rehén de las grandes fortunas. Fortunas a las que enriquecemos más cada mes con nuestros sueldos.
La tesis de que «la inmigración baja los salarios y perjudica a los trabajadores» no solo allana el camino al fascismo, sino que está bastante desfasada. El economista Branko Milanović nos explica cómo la realidad es siempre más compleja en Global Inequality.
En contextos con sindicatos fuertes, impuestos progresivos y derechos laborales universales (sin importar el origen de la persona trabajadora), la inmigración tiene un impacto positivo sobre las condiciones de las clases populares, y la riqueza generada por el conjunto de trabajadores y trabajadoras —nacionales o migrantes— sí se redistribuye. Es solo en mercados laborales desregulados, donde la llegada de mano de obra sin derechos puede empujar los sueldos a la baja, y no únicamente en sectores poco cualificados. En economías capitalistas sin una regulación sólida, la inseguridad de quienes migran se fomenta y explota para maximizar las ganancias de las élites.
Los efectos de la inmigración dependen de las políticas laborales y fiscales. No sobra la inmigración, falta esa redistribución basada en la justicia fiscal, la protección de los trabajadores y la regulación de los sectores extractivos. Sin ella, las personas migrantes se ven condenadas a la irregularidad, reproduciendo un ciclo de explotación: el capitalismo financiero desregulado usa la migración insegura y sin derechos para apuntalar privilegios de clase.
La verdadera lógica no es «inmigrantes vs. locales», sino cómo el capital monopolístico se sirve y genera inseguridad en la migración para fracturar y empobrecer a la clase trabajadora. El verdadero conflicto es entre el capital desregulado y la clase trabajadora en su conjunto, y la batalla en el tema migratorio para mejorar nuestras condiciones debe darse para garantizar que no haya trabajadores y trabajadoras sin derechos. Tal y como explican Saskia Sassen, David Harvey, Nicholas De Genova, Harsha Walia, Hein de Haas o diversos informes de organizaciones internacionales el capital no usa a los inmigrantes para mantener bajos los salarios: usa la falta de derechos de quienes migran.
Así pues, la inmigración no es la responsable de que nuestros sueldos lleven dos décadas estancados. De hecho, si se regulariza, puede funcionar como un verdadero factor de redistribución de la riqueza… y precisamente por eso no se regulariza. La hostelería es un buen ejemplo: la supuesta falta de personal de la que se queja la patronal se debe a condiciones de trabajo terribles que solo se pueden mantener privando de derechos a inmigrantes. La migración con derechos no amenaza los salarios: amenaza a quienes necesitan mano de obra sin derechos para maximizar sus ganancias y mantener a flote actividades económicas con baja productividad que lastran la economía. La ausencia total de mecanismos regulados de entrada no es un error del sistema, sino un engranaje esencial para la acumulación de riqueza de las élites y para nuestro empobrecimiento. En el fondo, los migrantes no son más que la cara más visible de un sistema que necesita desesperadamente nuestra fuerza de trabajo, pero no asume nuestra humanidad.
Defender los derechos laborales universales fortalece a las organizaciones sindicales, al tiempo que mejora las condiciones de toda la clase trabajadora. Es una tarea urgente. No podemos perder tiempo cediendo terreno al sueño de la ultraderecha de frenar la inmigración…
Lo que necesitamos son sindicatos fuertes y comprometidos con los derechos de todos desde su misma entrada. Defender los derechos laborales universales fortalece a las organizaciones sindicales al tiempo que mejora las condiciones de toda la clase trabajadora. Es una tarea urgente en la que no podemos perder un tiempo valioso cediendo terreno ante el sueño de la ultraderecha de eliminar la inmigración que solo agravaría nuestros problemas tal y como está pasando en Reino Unido o Estados Unidos. Atacar chivos expiatorios imaginarios no resuelve los problemas estructurales reales; necesitamos abordar estos desafíos con propuestas concretas y efectivas.
Por eso, cada obstáculo a la inmigración regular equivale a dar via libre para explotar sin límites. Los 700.000 firmantes de la Iniciativa Legislativa Popular exigen precisamente reescribir unas reglas que han mantenido a la clase obrera —migrante o no— en una continua pérdida de derechos durante los últimos 20 años. O rompemos la falsa frontera entre «los de dentro» y «los de fuera» y construimos un sindicalismo fuerte, internacionalista y solidario, o seguiremos haciendo el juego a la ultraderecha y convirtiéndonos en cómplices de nuestro propio empobrecimiento. La solución para frenar y revertir la pérdida de poder adquisitivo de la clase obrera es la redistribución de la riqueza y, si queremos que nuestros sindicatos actúen para que la inmigración pueda ser un vector de redistribución, entonces haríamos bien en presionar a nuestros líderes sindicales para lograr:
Entendemos la complejidad, las amenazas y los desafíos a los que se enfrentan los aparatos de los grandes sindicatos pero: ¿de verdad vamos a tener más miedo de enfrentarnos a los superricos y arañar siquiera un poco de sus fortunas que de ser cómplices de nuestro propio empobrecimiento mientras dejamos que la extrema derecha use a los inmigrantes para llegar al poder?
Si eres sindicalista, aprovecha este 1º de mayo para llevar este debate a tu sección sindical. Pregunta qué acciones concretas se están tomando para apoyar políticas públicas que favorezcan los derechos laborales universales y creen mecanismos de entrada, residencia y trabajo regulados para las personas inmigrantes para el beneficio de toda la clase trabajadora. Es hora de que nuestras organizaciones se conviertan en fuerzas reales de cambio.
La solución para frenar y revertir la pérdida de poder adquisitivo de la clase obrera es la redistribución de la riqueza. Si queremos que nuestros sindicatos actúen para que la inmigración pueda ser un vector de redistribución, entonces haríamos bien en presionar a nuestros líderes sindicales para lograr:
Un apoyo firme a la ILP por la regularización y a otras iniciativas de la sociedad civil.
Universalizar los derechos laborales para reducir la precariedad.
Crear mecanismos de entrada, residencia y trabajo regulados para las personas inmigrantes para el beneficio de toda la clase trabajadora.
Exigir reformas fiscales y redistributivas que beneficien a la mayoría social.
Reconstruir la fuerza del sindicalismo desde una perspectiva internacionalista
Tejer complicidades con otros movimientos sociales.
¿De verdad vamos a tener más miedo de enfrentarnos a los superricos y arañar siquiera un poco de sus fortunas que de ser cómplices de nuestro propio empobrecimiento mientras dejamos que la extrema derecha use a los inmigrantes para llegar al poder?
Si eres sindicalista, aprovecha este 1º de mayo para llevar este debate a tu sección sindical. Pregunta qué acciones concretas se están tomando para apoyar políticas públicas que favorezcan los derechos laborales universales y creen mecanismos de entrada, residencia y trabajo regulados para las personas inmigrantes para el beneficio de toda la clase trabajadora. Es hora de que nuestras organizaciones se conviertan en fuerzas reales de cambio.
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